El divino tesoro para 2018
Moisés MOLINA
Qué más da. Hemos insistido en este espacio una y otra vez – casi desde sus primeras publicaciones- en el papel de los jóvenes en la política. Lo he venido haciendo desde que yo era joven, bajo los criterios de la ONU o de los gobiernos, que de la anarquía, poco a poco han pasado a cierto consenso, al menos en México, cuyos gobiernos consideran como jóvenes a aquellos habitantes que tienen entre 12 y 18 años de edad y que poco a poco se han ganado un espacio exclusivo en el tratamiento de su problemática aunque sea en la ley, rubro en el que Oaxaca, como en casi todas las estadísticas y legislación está en los últimos lugares.
Durante lustros el tema de juventud en Oaxaca ha sido una causa con bandera. Varias generaciones de jóvenes pasaron, desde los tiempos de Javier Jiménez Herrera como Presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, hasta la última presentada por el ex diputado Jefté Méndez hace no muchas semanas.
Hoy nos queda claro que en este tipo de iniciativas la búsqueda de consensos no sirve y hubo que sacrificar ese valor de la democracia que es la participación, para que la aprobación de una ley fuera una realidad.
Haya sido mediada, consensada, discutida, plagiada, parchada o de copy paste de las innumerables de iniciativas ciudadanas y gubernamentales o haya sido producto de un momento de iluminación divina de Jefté, lo cierto es que ya hay Ley Estatal de la Juventud, que aún no creo haya terminado de deshielarse ante tantos años que estuvo en la congeladora.
Si la juventud no era tomada en serio en un producto legislativo que de antemano sabemos que hoy o ayer estaba destinada a ser letra muerta, ni en los presupuestos gubernamentales que servían casi totalmente para pagar la nómina de la dependencia encargad del ramo, ¿por qué habría de ser tomada en cuenta, con seriedad y ejemplo democrático en los partidos?
Era un tema de alergia generacional que después de Luis Echeverría Álvarez fue, con saña, recluida en los páramos de los partidos políticos, de las gubernaturas y de las dependencias de la administración pública local o nacional y de un Sistema Mundo Capitalista que Wallerstein nos regaló en su bibliografía.
Desde hace mucho, los jóvenes debieron ser atendidos como prioridad en políticas públicas transversales, en candidaturas a cargos de elección popular y en la estructura de los tres poderes y los tres órdenes de gobierno.
Por cualquier lado por el que se le haya querido ver, era una simple medida de lógica demográfica. Los jóvenes han sido minorías que pudieron con su energía, haber movido mucho al país, pero su papel se confinaba a un caritativo 30% por ciento en los estatutos de algunos partidos políticos.
Era una declarada guerra generacional que mantuvo en confinamiento a una parte talentosa, valiosa, sacrificada y preparada del México de varias épocas.
Hoy con Duarte, Borge y Medina. La historia no se equivocó y esta generación dorada de jóvenes gobernantes se entregó a las debilidades y excesos que encierra una profunda inmadurez y una espina dorsal carente de toda ética, de todo valor, a la óptica de nuestra entrega anterior.
Quizás no le resulte familiar el nombre de Roger Waters, pero si le comento que hace no mucho estuvo dando conciertos gratis en el zócalo de la ciudad de México, la referencia le haga recordar. Entre tantos artistas que los capitalinos han podido presenciar sin costo, Roger Waters parecería uno más.
Pero no. La impecable actuación musical de un hombre de 73 años, sobreviviente de Pink Floyd, una banda de rock sin tiempo y sin edad que nació en 1968, ante un zócalo repleto, a grado tal que en las pantallas de fondo de muchos metros cuadrados de dimensión anunciaran, “YA NO VENGAN, YA NO CABEMOS”, era realmente el primer ensayo de acto anticipado de campaña sin candidato; una lección de marketing electoral.
Con un trompicado español, Waters leyó una especie de manifiesto contra el Presidente de la República, a grado tal que le pedía su renuncia. Imagínese, un extranjero pidiendo la renuncia del Presidente de México con los mensajes que no dejaban, en letras gigantes, de aparecer en las monumentales pantallas.
En un programado y planeado -hasta el último detalle- concierto de rock, comenzaba la confusión. Los mensajes no eran solo contra Peña Nieto. Aparecía en escena una especie de escultura gigante de un cerdo emulando a Trump; un mensaje más en la pantalla que a la letra decía “FRIJOL CON GORGOJO”, para rematar con un fulminante “NI LO SUEÑES AMLO”, todo era confusión entre la inmensa mayoría de jóvenes que no esperaban lo que presenciaron.
Mordieron la carnada de Roger Waters para participar en un mitin que Miguel Ángel Mancera presenciaba desde uno de sus balcones que aprovechó para una fotografía panorámica con una sonrisa de oreja a oreja.
Mancera mandó el primer mensaje: Va por los jóvenes. Tardó en reaccionar el PRI que comienza a proyectar en los estados estrategias para ganarse las simpatías de este, hasta hoy, sector importante de la población; los millenials pueden decidir el 2018.
El problema real no es que Waters le haya sumado simpatías y partidarios a Mancera en detrimento del López Obrador; o que rostros nuevos y cercanos a la gente estén gobernando importantes bastiones de sufragios como Alejandro Murat en Oaxaca o Alejandro Moreno en Campeche o Manuel Velasco en Chiapas o Aristóteles Sandoval en Jalisco; Ni siquiera que incorporen a jóvenes inexpertos o desconocedores de sus áreas a sus gabinetes.
Los millenial no votan y el verdadero reto es llevarlos a las urnas. Quién sabe si de aquí a 2018 haya tiempo suficiente para inducirlos de urgencia por la vía electoral. El peor referente no es que no voten, sino que la protesta es su forma de manifestarse políticamente, son contestatarios y en quien más desconfían, de acuerdo a todas las encuestas difundidas sobre confianza ciudadana en las instituciones, es en los partidos políticos, en un México que cada día envejece más y más.
Culmino, dejándole estos números:
Al 2 de diciembre de 2016 habemos 83 millones 821 mil 400 mexicanos en la lista nominal, es decir, quienes tenemos nuestra credencial para votar vigente.
A la misma fecha y de esa cantidad hay 24 millones 831 mil 420 millones de mexicanos con credencial para votar cuya edad oscila entre los 18 y los 29 años. Un porcentaje nada despreciable, más los que se sumen de aquí al 2018.
Y para el caso específico de Oaxaca, tenemos una lista nominal, a la misma fecha de 2 millones 695 mil 812 ciudadanos con posibilidades de votar y de ellos, 806 mil 508 ciudadanos cuya edad fluctúa entre los 18 y los 29 años, un nada despreciable 29.91 por ciento del total. Casi la tercera parte del total.
@MoisesMolina